SER RELIGIOSA
Ser
religiosa es pertenecer a la misma estirpe de las primitivas vírgenes
cristianas. Es haber mirado una vez fijamente a la Luz y ya no ver fuera
de ella apenas otra cosa que tinieblas.
Ser
religiosa es poseer un alma de precisión, un corazón de alta fidelidad.
Es dar testimonio vivo contra tanto creyente que pretende trabajar en
joyería espiritual con mentalidad y manos de un burdo herrero.
Ser
religiosa es dejar a unos posibles hijos, perderse en el vacío bosque
de la nada para casarse con Cristo en el Calvario, ese monte donde sólo
se engendran almas. Es renunciar a tener una familia como propia con el
único anhelo de que todos te llamen: ¡Madre!; de que todos te griten:
¡Hermana!
Ser
religiosa es permanecer en constante radioescucha a la espera de
cualquier angustioso "S. 0. S.". Es tener el deber de servir sin el
derecho a esperar las gracias.
Ser
religiosa es formar parte escogida de la reserva espiritual del mundo,
es consagrar la vida a inyectar eficacia divina en obras puramente
humanas; es, como dijo el Maestro, escoger sencillamente la mejor parte.
Ser religiosa es todo eso. Y por eso, agradezco a Dios la gracia de, además de ser mujer, ¡¡¡SER RELIGIOSA!!!
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