sexta-feira, 25 de outubro de 2013


Jubileu de Prata de Irmã Marlene

Gratidão é uma sensação tão agradável... Quase todos temos motivos para a gratidão.  Tanta compreensão e bondade, me enchem de gratidão por ter a certeza que não estou sozinha na caminhada, e é por esse motivo especial que venho comunicar minha gratidão: No dia  mundial das missões tive a honra de celebrar juntamente com minha  comunidade e comunidade povo de Deus meu Jubileu de Prata.

Celebrar 25 anos de vida Consagrada é oportunidade para refletir e festejar a rica história e obra construída em total doação ao projeto de Deus junto aos irmãos.

Agradeço a Deus, minha família, a Congregação das Irmãs Dominicanas da Anunciata e todas as Irmãs da Delegação, pelo apoio e presença  na minha vida religiosa. Minha gratidão se reveste de alegria! E assim procuro ser a estrela que brilha no mundo após contemplar a encarnação do verbo. Semear o Evangelho desde o Sonho do Pe. Coll: Seguir a Jesus como Irmã Dominicana da Anunciata.

“Sei em quem coloquei minha fé.( 2tm, 1, 12 )

Irmã Marlene

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quinta-feira, 17 de outubro de 2013

SEMANA DA CRIANÇA
CENTRO PEDAGÓGICO ANUNCIATA
 












 

quarta-feira, 16 de outubro de 2013


OUTUBRO

MÊS MISSIONÁRIO

 
 

MENSAJE DEL PAPA Y ORACIÓN COMUNITARIA PARA EL DOMUND
“Siempre debemos tener el valor y la alegría de proponer, con respeto, el encuentro con Cristo”

El Papa Francisco recuerda que la Jornada Mundial de las Misiones de este octubre se celebra mientras se clausura “el Año de la fe, ocasión importante para fortalecer nuestra amistad con el Señor y nuestro camino como Iglesia que anuncia el Evangelio con valentía”.

Y, señala el Papa, “la fuerza de nuestra fe, a nivel personal y comunitario, también se mide por la capacidad de comunicarla a los demás, de difundirla, de vivirla en la caridad, de dar testimonio a las personas que encontramos y que comparten con nosotros el camino de la vida”. Porque “la misionariedad no es sólo una cuestión de territorios geográficos, sino de pueblos, de culturas e individuos independientes, precisamente porque los “límites” de la fe no sólo atraviesan lugares y tradiciones humanas, sino el corazón de cada hombre y cada mujer”.

A menudo, recuerda el Papa Francisco, “la obra de evangelización encuentra obstáculos no sólo fuera, sino dentro de la comunidad eclesial. A veces el fervor, la alegría, el coraje, la esperanza en anunciar a todos el mensaje de Cristo y ayudar a la gente de nuestro tiempo a encontrarlo son débiles; en ocasiones todavía se piensa que llevar la verdad del Evangelio es violentar la libertad”. Por el contrario, “siempre debemos tener el valor y la alegría de proponer, con respeto, el encuentro con Cristo, de hacernos heraldos de su Evangelio”. Un Evangelio que no se puede separar de la Iglesia: “Es importante no olvidar un principio fundamental de todo evangelizador: no se puede anunciar a Cristo sin la Iglesia. Evangelizar nunca es un acto aislado, individual, privado, sino que es siempre eclesial”.

La situación actual es compleja, reconoce el Santo Padre. Pero en esta situación, “donde el horizonte del presente y del futuro parece estar cubierto por nubes amenazantes, se hace aún más urgente el llevar con valentía a todas las realidades, el Evangelio de Cristo, que es anuncio de esperanza, reconciliación, comunión, anuncio de la cercanía de Dios, de su misericordia, de su salvación, anuncio de que el poder del amor de Dios es capaz de vencer las tinieblas del mal y conducir hacia el camino del bien”. Insiste además en el mensaje para el Domund de este año en una afirmación que ha manifestado varias ocasiones: “La Iglesia – lo repito una vez más – no es una organización asistencial, una empresa, una ONG, sino que es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y desean compartir esta experiencia de profunda alegría, compartir el mensaje de salvación que el Señor nos ha dado. Es el Espíritu Santo quién guía a la Iglesia en este camino”.

Más adelante el Papa Francisco señala la especial vinculación de las Obras Misionales Pontificias con el Santo Padre: “La solicitud por todas las Iglesias, que el Obispo de Roma comparte con sus hermanos en el episcopado, encuentra una actuación importante en el compromiso de las Obras Misionales Pontificias, que tienen como propósito animar y profundizar la conciencia misionera de cada bautizado y de cada comunidad, ya sea llamando a la necesidad de una formación misionera más profunda de todo el Pueblo de Dios, ya sea alimentando la sensibilidad de las comunidades cristianas a ofrecer su ayuda para favorecer la difusión del Evangelio en el mundo”.

El mensaje concluye con la bendición “de corazón a los misioneros y misioneras y a todos los que acompañan y apoyan este compromiso fundamental de la Iglesia para que el anuncio del Evangelio pueda resonar en todos los rincones de la tierra, y nosotros, ministros del Evangelio y misioneros, experimentaremos la dulce y confortadora alegría de evangelizar”.

 

DE RIQUEZAS Y POBREZAS.

NOTAS DESDE UNA MIRADA EDUCATIVA.

 

Riqueza que empobrece

El escritor afroamericano James Baldwin, precursor del movimiento por los derechos civiles de la población negra, acuñó esta frase tan expresiva: “Cualquiera que haya lidiado con la pobreza sabe lo extremadamente caro que resulta ser pobre”. Cuántas consecuencias, cuántas dificultades arrastra la pobreza no sólo para los que la padecen, sino también para las sociedades que no consiguen poner en marcha medidas para erradicarla.

Desde entre culturas pensamos que la herramienta más eficaz para luchar contra la pobreza es la educación y que apoyar procesos educativos es la mejor inversión para conseguir una mejor sociedad futura. Visto así, ¿no es tan cara la pobreza y tan barata la educación?

Bien es verdad que no cualquier educación nos hace más ricos, más capacitados, más libres. Debemos apostar por una educación de calidad que permita el desarrollo integral de las personas y comunidades, la mejora de sus condiciones de vida y la transformación social. Una educación será de calidad si favorece la apropiación y construcción personal y colectiva de conocimientos, de actitudes y competencias (habilidades) para que las personas sean capaces de mejorar su vida y comprometerse con los procesos de organización social que conducen a la construcción de una sociedad más justa y solidaria.

No debemos dejar de repetir esa máxima de Fe y Alegría (Movimiento de Educación Popular) que se resiste a dar a los pobres una pobre educación y que entiende la calidad más allá del cumplimiento de ciertos estándares únicos y de satisfacción de expectativas de los usuarios, para ubicarla en un contexto de compromiso social que tiene que ver con los derechos colectivos de igualdad, equidad, justicia e inclusión.

Así, queremos que la educación no cree entes o entelequias separadas de la vida social y, para ello, tenemos que llegar con la enseñanza a aquellas actividades que permita a las personas una vida digna, una alimentación completa, un techo digno bajo el que dormir y un nivel cultural y espiritual que favorezca su desarrollo personal y profesional.

Este cruce entre educación y pobreza, entre herramientas de transformación social y seres humanos, sólo nos puede deparar experiencias ricas y fructíferas. Valga este testimonio de Jorge Cela como ejemplo: “Los pobres me ensañaron a descubrir la fuerza de algunos valores. Durante 25 años he visto un barrio entero reservar en medio de su hacinamiento el espacio para una escuela. Muchas familias llegaron nuevas que quisieron ocupar el terreno. Vendedores ambulantes intentaron montar allí su pequeña caseta, mecánicos intentaron ocuparlo para ganarse la vida arreglando automóviles viejos. Pero nunca se les permitió. El barrio esperó pacientemente a que en cada campaña electoral se avanzara un poco en la escuela. Hasta que hoy la escuela de San Rafael ya funciona. Sus maestras tuvieron que dar clases gratuitamente durante año y medio hasta que llegó el primer cheque. Es la fuerza del valor de la educación, que todos respetan, que convoca con mayor eficacia que ninguna otra institución”.

José Manuel Moreno

 

www.dominicasanunciata.org

quarta-feira, 9 de outubro de 2013



Irmã Tina - Colégio Pio Brasileiro  - Roma/ Itália
 

segunda-feira, 7 de outubro de 2013


Encontrão Jovens do Glória, realizado no Centro Pedagógico Anunciata - 06/10/2013
 



 

FESTAS DE SETEMBRO EM FRANCISCO SÁ






quinta-feira, 3 de outubro de 2013


Mensagem do Papa para Dia Mundial das Missões 2013


(20 DE OUTUBRO DE 2013)

 




Queridos irmãos e irmãs,

Este ano, a celebração do Dia Mundial das Missões tem lugar próximo da conclusão do Ano da Fé, ocasião importante para revigorarmos a nossa amizade com o Senhor e o nosso caminho como Igreja que anuncia, com coragem, o Evangelho. Nesta perspectiva, gostaria de propor algumas reflexões.

1. A fé é um dom precioso de Deus, que abre a nossa mente para O podermos conhecer e amar. Ele quer entrar em relação conosco, para nos fazer participantes da sua própria vida e encher plenamente a nossa vida de significado, tornando-a melhor e mais bela. Deus nos ama! Mas a fé pede para ser acolhida, ou seja, pede a nossa resposta pessoal, a coragem de nos confiarmos a Deus e vivermos o seu amor, agradecidos pela sua infinita misericórdia. Trata-se de um dom que não está reservado a poucos, mas é oferecido a todos com generosidade: todos deveriam poder experimentar a alegria de se sentirem amados por Deus, a alegria da salvação. E é um dom que não se pode conservar exclusivamente para si mesmo, mas deve ser partilhado; se o quisermos conservar apenas para nós mesmos, tornamo-nos cristãos isolados, estéreis e combalidos. O anúncio do Evangelho é um dever que brota do próprio ser discípulo de Cristo e um compromisso constante que anima toda a vida da Igreja. «O ardor missionário é um sinal claro da maturidade de uma comunidade eclesial» (Bento XVI, Exort. ap. Verbum Domini, 95). Toda a comunidade é «adulta», quando professa a fé, celebra-a com alegria na liturgia, vive a caridade e anuncia sem cessar a Palavra de Deus, saindo do próprio recinto para levá-la até às «periferias», sobretudo a quem ainda não teve a oportunidade de conhecer Cristo. A solidez da nossa fé, a nível pessoal e comunitário, mede-se também pela capacidade de a comunicarmos a outros, de a espalharmos, de a vivermos na caridade, de a testemunharmos a quantos nos encontram e partilham conosco o caminho da vida.

2. Celebrado cinquenta anos depois do início do Concílio Vaticano II, este Ano da Fé serve de estímulo para a Igreja inteira adquirir uma renovada consciência da sua presença no mundo contemporâneo, da sua missão entre os povos e as nações. A missionariedade não é questão apenas de territórios geográficos, mas de povos, culturas e indivíduos, precisamente porque os «confins» da fé não atravessam apenas lugares e tradições humanas, mas o coração de cada homem e mulher. O Concílio Vaticano II pôs em evidência de modo especial como seja próprio de cada batizado e de todas as comunidades cristãs o dever missionário, o dever de alargar os confins da fé: «Como o Povo de Deus vive em comunidades, sobretudo diocesanas e paroquiais, e é nelas que, de certo modo, se torna visível, pertence a estas dar também testemunho de Cristo perante as nações» (Decr. Ad gentes, 37). Por isso, cada comunidade é interpelada e convidada a assumir o mandato, confiado por Jesus aos Apóstolos, de ser suas «testemunhas em Jerusalém, por toda a Judeia e Samaria e até aos confins do mundo» (Act 1, 8); e isso, não como um aspecto secundário da vida cristã, mas um aspecto essencial: todos somos enviados pelas estradas do mundo para caminhar com os irmãos, professando e testemunhando a nossa fé em Cristo e fazendo-nos arautos do seu Evangelho. Convido os bispos, os presbíteros, os conselhos presbiterais e pastorais, cada pessoa e grupo responsável na Igreja a porem em relevo a dimensão missionária nos programas pastorais e formativos, sentindo que o próprio compromisso apostólico não é completo, se não incluir o propósito de «dar também testemunho perante as nações», perante todos os povos. Mas a missionariedade não é apenas uma dimensão programática na vida cristã; é também uma dimensão paradigmática, que diz respeito a todos os aspectos da vida cristã.

3. Com frequência, os obstáculos à obra de evangelização encontram-se, não no exterior, mas dentro da própria comunidade eclesial. Às vezes, estão relaxados o fervor, a alegria, a coragem, a esperança de anunciar a todos a Mensagem de Cristo e ajudar os homens do nosso tempo a encontrá-Lo. Por vezes há ainda quem pense que levar a verdade do Evangelho seja uma violência à liberdade. A propósito, são iluminantes estas palavras de Paulo VI: «Seria certamente um erro impor qualquer coisa à consciência dos nossos irmãos. Mas propor a essa consciência a verdade evangélica e a salvação em Jesus Cristo, com absoluta clareza e com todo o respeito pelas opções livres que essa consciência fará (...), é uma homenagem a essa liberdade» (Exort. ap. Evangelii nuntiandi, 80). Devemos sempre ter a coragem e a alegria de propor, com respeito, o encontro com Cristo e de nos fazermos portadores do seu Evangelho; Jesus veio ao nosso meio para nos indicar o caminho da salvação e confiou, também a nós, a missão de a fazer conhecer a todos, até aos confins do mundo. Com frequência, vemos que a violência, a mentira, o erro é que são colocados em evidência e propostos. É urgente fazer resplandecer, no nosso tempo, a vida boa do Evangelho pelo anúncio e o testemunho, e isso dentro da Igreja. Porque, nesta perspectiva, é importante não esquecer jamais um princípio fundamental para todo o evangelizador: não se pode anunciar Cristo sem a Igreja. Evangelizar nunca é um ato isolado, individual, privado, mas sempre eclesial. Paulo VI escrevia que, «quando o mais obscuro dos pregadores, dos catequistas ou dos pastores, no rincão mais remoto, prega o Evangelho, reúne a sua pequena comunidade, ou administra um sacramento, mesmo sozinho, ele perfaz um acto de Igreja». Ele não age «por uma missão pessoal que se atribuísse a si próprio, ou por uma inspiração pessoal, mas em união com a missão da Igreja e em nome da mesma» (ibid., 60). E isto dá força à missão e faz sentir a cada missionário e evangelizador que nunca está sozinho, mas é parte de um único Corpo animado pelo Espírito Santo.

4. Na nossa época, a difusa mobilidade e a facilidade de comunicação através dos novos mídias misturaram entre si os povos, os conhecimentos e as experiências. Por motivos de trabalho, há famílias inteiras que se deslocam de um continente para outro; os intercâmbios profissionais e culturais, assim como o turismo e fenómenos análogos impelem a um amplo movimento de pessoas. Às vezes, resulta difícil até mesmo para as comunidades paroquiais conhecer, de modo seguro e profundo, quem está de passagem ou quem vive estavelmente no território. Além disso, em áreas sempre mais amplas das regiões tradicionalmente cristãs, cresce o número daqueles que vivem alheios à fé, indiferentes à dimensão religiosa ou animados por outras crenças. Não raro, alguns batizados fazem opções de vida que os afastam da fé, tornando-os assim carecidos de uma «nova evangelização». A tudo isso se junta o facto de que larga parte da humanidade ainda não foi atingida pela Boa Nova de Jesus Cristo. Ademais vivemos num momento de crise que atinge vários sectores da existência, e não apenas os da economia, das finanças, da segurança alimentar, do meio ambiente, mas também os do sentido profundo da vida e dos valores fundamentais que a animam. A própria convivência humana está marcada por tensões e conflitos, que provocam insegurança e dificultam o caminho para uma paz estável. Nesta complexa situação, onde o horizonte do presente e do futuro parecem atravessados por nuvens ameaçadoras, torna-se ainda mais urgente levar corajosamente a todas as realidades o Evangelho de Cristo, que é anúncio de esperança, de reconciliação, de comunhão, anúncio da proximidade de Deus, da sua misericórdia, da sua salvação, anúncio de que a força de amor de Deus é capaz de vencer as trevas do mal e guiar pelo caminho do bem. O homem do nosso tempo necessita de uma luz segura que ilumine a sua estrada e que só o encontro com Cristo lhe pode dar. Com o nosso testemunho de amor, levemos a este mundo a esperança que nos dá a fé! A missionariedade da Igreja não é proselitismo, mas testemunho de vida que ilumina o caminho, que traz esperança e amor. A Igreja – repito mais uma vez – não é uma organização assistencial, uma empresa, uma ONG, mas uma comunidade de pessoas, animadas pela ação do Espírito Santo, que viveram e vivem a maravilha do encontro com Jesus Cristo e desejam partilhar esta experiência de profunda alegria, partilhar a Mensagem de salvação que o Senhor nos trouxe. É justamente o Espírito Santo que guia a Igreja neste caminho.

5. Gostaria de encorajar a todos para que se façam portadores da Boa Nova de Cristo e agradeço, de modo especial, aos missionários e às missionárias, aos presbíteros fidei donum, aos religiosos e às religiosas, aos fiéis leigos – cada vez mais numerosos – que, acolhendo a chamada do Senhor, deixaram a própria pátria para servir o Evangelho em terras e culturas diferentes. Mas queria também sublinhar como as próprias Igrejas jovens se estão empenhando generosamente no envio de missionários às Igrejas que se encontram em dificuldade – não raro Igrejas de antiga cristandade – levando assim o vigor e o entusiasmo com que elas mesmas vivem a fé que renova a vida e dá esperança. Viver com este fôlego universal, respondendo ao mandato de Jesus «ide, pois, fazei discípulos de todos os povos» (Mt 28, 19), é uma riqueza para cada Igreja particular, para cada comunidade; e dar missionários nunca é uma perda, mas um ganho. Faço apelo, a todos aqueles que sentem esta chamada, para que correspondam generosamente à voz do Espírito, segundo o próprio estado de vida, e não tenham medo de ser generosos com o Senhor. Convido também os bispos, as famílias religiosas, as comunidades e todas as agregações cristãs a apoiarem, com perspicácia e cuidadoso discernimento, a vocação missionária ad gentes e a ajudarem as Igrejas que precisam de sacerdotes, de religiosos e religiosas e de leigos para revigorar a comunidade cristã. E a mesma atenção deveria estar presente entre as Igrejas que fazem parte de uma Conferência Episcopal ou de uma Região: é importante que as Igrejas mais ricas de vocações ajudem, com generosidade, aquelas que padecem a sua escassez.

Ao mesmo tempo exorto os missionários e as missionárias, especialmente os presbíteros fidei donum e os leigos, a viverem com alegria o seu precioso serviço nas Igrejas aonde foram enviados e a levarem a sua alegria e esperança às Igrejas donde provêm, recordando como Paulo e Barnabé, no final da sua primeira viagem missionária, «contaram tudo o que Deus fizera com eles e como abrira aos pagãos a porta da fé» (Act 14, 27). Eles podem assim tornar-se caminho para uma espécie de «restituição» da fé, levando o vigor das Igrejas jovens às Igrejas de antiga cristandade a fim de que estas reencontrem o entusiasmo e a alegria de partilhar a fé, numa permuta que é enriquecimento recíproco no caminho de seguimento do Senhor.

A solicitude por todas as Igrejas, que o Bispo de Roma partilha com os irmãos Bispos, encontra uma importante aplicação no empenho das Obras Missionárias Pontifícias, cuja finalidade é animar e aprofundar a consciência missionária de cada batizado e de cada comunidade, seja apelando à necessidade de uma formação missionária mais profunda de todo o Povo de Deus, seja alimentando a sensibilidade das comunidades cristãs para darem a sua ajuda a favor da difusão do Evangelho no mundo.

Por fim, o meu pensamento vai para os cristãos que, em várias partes do mundo, encontram dificuldade em professar abertamente a própria fé e ver reconhecido o direito a vivê-la dignamente. São nossos irmãos e irmãs, testemunhas corajosas – ainda mais numerosas do que os mártires nos primeiros séculos – que suportam com perseverança apostólica as várias formas atuais de perseguição. Não poucos arriscam a própria vida para permanecer fiéis ao Evangelho de Cristo. Desejo assegurar que estou unido, pela oração, às pessoas, às famílias e às comunidades que sofrem violência e intolerância, e repito-lhes as palavras consoladoras de Jesus: «Tende confiança, Eu já venci o mundo» (Jo 16, 33).

Bento XVI exortava: «Que “a Palavra do Senhor avance e seja glorificada” (2 Ts 3, 1)! Possa este Ano da Fé tornar cada vez mais firme a relação com Cristo Senhor, dado que só n’Ele temos a certeza para olhar o futuro e a garantia dum amor autêntico e duradouro» (Carta ap. Porta fidei, 15). Tais são os meus votos para o Dia Mundial das Missões deste ano. Abençoo de todo o coração os missionários e as missionárias e todos aqueles que acompanham e apoiam este compromisso fundamental da Igreja para que o anúncio do Evangelho possa ressoar em todos os cantos da terra e nós, ministros do Evangelho e missionários, possamos experimentar «a suave e reconfortante alegria de evangelizar» (Paulo VI, Exort. ap. Evangelii nuntiandi, 80).

Vaticano, 19 de Maio - Solenidade de Pentecostes – de 2013.

 

FRANCISCO

 

terça-feira, 1 de outubro de 2013


Vaticano anuncia para 27 de abril canonizações de João XXIII e João Paulo II

 
 
 
Data para que ex-pontífices sejam considerados santos foi anunciada nesta segunda-feira,

José Maria Mayrink - O Estado de S. Paulo - Atualizado às 10h21 do dia 1/10/2013

Os papas João XXIII e João Paulo XX serão canonizados (declarados santos) em 27 de abril de 2014, domingo da Divina Misericórdia. Francisco anunciou nessa segunda-feira, 30, a data no Vaticano, durante o Consistório dos Santos, reunião pública com cardeais para homologação da decisão que ele havia tomado em 5 de julho.

Francisco dispensou a exigência de um segundo milagre para a canonização de João XXIII, beatificado em 2001 por Bento XVI. A dispensa foi é um fato raro, embora o possa fazer isso O milagre só é normalmente dispensado no caso dos mártires, quando os candidatos à canonização foram mortos em defesa da fé.

O milagre atribuído à intercessão de João XXIII para a beatificação foi a cura de irmã Caterina Capitani, da congregação das Filhas da Caridade, que estava desenganada pelos médicos após a retirada de um tumor no estômago.

"Todos conhecemos as virtudes e a personalidade do papa Roncalli (João XXIII) e não é necessário explicar as razões pelas quais alcança a glória dos altares", afirmou o porta-voz do Vaticano, Federico Lombardi, em julho, ao falar sobre a dispensa do segundo milagre.

Angelo Roncalli, o "papa bom, nasceu em Sotto il Monte, no norte da Itália, e tinha 79 anos quando foi eleito em 1958, como sucessor de Pio XII. Fez uma revolução na Igreja Católica, ao convocar o Concílio Ecumênico Vaticano II. Ao morrer em 1963, após a primeira sessão, o Concílio foi levado adiante por Paulo VI.

O polonês Karol Wojtyla, o carismático João Paulo II que governou a Igreja de 1979 a 2005, foi beatificado em maio de 2005, num dos processos mais rápidos da Congregação para as Causas dos Santos, apenas seis anos depois de sua morte. O primeiro milagre reconhecido para a beatificação foi a cura de uma freira francesa, Marie Simon-Pierre, que sofria do mal de Parkinson

A beneficiária do segundo milagre, aprovado para a canonização este ano.foi uma mulher de Costa Rica, Floribeth Mora, curada de um coágulo no cérebro.dias após ter sido internada para uma cirurgia, que não foi necessária. O milagre foi escolhido entre mais de 200 supostas curas atribuídas a João Paulo II.

"São dois bons, os dois são bons", afirmou Francisco, em julho, ao anunciar a canonização. A cerimônia poderia ser realizada ainda este ano, no fim de novembro ou começo de dezembro, mas Francisco disse seria melhor deixá-la para abril, porque o frio do inverno europeu exigiria muito sacrifício dos milhares de poloneses que tivessem de viajar a Roma por terra.